La
música puede ser un instrumento para la educación y para la construcción de
la paz, ya que nos permite educarnos en la creatividad, en la no
violencia y en la empatía, actuando a la vez en diferentes niveles de
nuestra existencia, tanto a nivel personal –al ser un medio de crecimiento
y desarrollo-, como también social –al convertirse en un instrumento de concienciación,
denuncia y propuesta-. Con la música podemos aprender a conocer nuevas realidades,
a participar y cooperar, a razonar y a analizar el mundo en que vivimos, reflexionando
de manera crítica y actuando intentando transformar creativamente la
realidad que nos rodea.
Todos, alguna vez, nos hemos sentido diferentes escuchando nuestra
melodía preferida o totalmente aislados del mundo que nos rodea mientras
nos deleitamos con una buena música.
Es tan grande la influencia de la música sobre los seres vivos
que parece demostrado que escuchar melodías agradables no solo modifica
nuestro estado de ánimo, sino que puede tener una influencia muy positiva en el
desarrollo cognitivo humano, en el estímulo de nuestra inteligencia e
incluso en la salud (“quien canta su mal espanta”). Rebaja el estrés.
Calma el dolor y mejora la inmunidad (aumentando endorfinas y citoquinas).
Y puede aliviar las penas (“por eso canto mi canto, cantando mi pena
alivio”, dice el músico y poeta peruano N. Santa Cruz).
Además, la música ha sido a lo largo de la
historia un instrumento eficaz para la concienciación,
para la denuncia y para ofrecer nuevas propuestas a la vida.
Son muchos los artistas que
se han sumado a numerosos proyectos discográficos y conciertos multitudinarios a favor de causas humanitarias muy diversas y, son
muchas las canciones que nos invita a participar y cooperar, a razonar y
analizar el mundo en qué vivimos y, reflexionando de manera crítica sobre
nuestro comportamiento, nos anima a la acción para transformar, de forma
creativa, la realidad que nos rodea.
¡Pongámosle MÚSICA al mundo para que sea un mundo de PAZ!